Psicoanálisis, medicina y palabra

Cada día surgen nuevas denominaciones para circunscribir algo del padecimiento del ser hablante, quien encarna un modo de decir único sobre su sufrimiento y las dificultades de vivir. Sigmund Freud señaló tres fuentes de las que proviene el penar humano: la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad del cuerpo y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre las mujeres y los hombres en la familia, el Estado y la sociedad. Pero advertir estas fuentes de malestar no debe tener efectos paralizantes, sino, más bien, una disposición para el afrontamiento que indique un camino hacia la actividad, hacia el movimiento, hacia cierto disfrute de la vida. 

​Actualmente, ante el uso técnico y generalizado de los protocolos y la demanda conveniente y voraz del medicamento, en varias ocasiones el testimonio en detalle del síntoma de quien consulta queda en un segundo plano. Así que la clínica aquí propuesta se encuadra en una ética que promueve la escucha, la subjetivación, el abordaje de las causas que singularizan un decir. Tras el sentido de los síntomas y la prudencia de la interpretación, se reivindica la posición de un sujeto en la palabra, advertidos de la incidencia del goce en las afecciones del cuerpo.

Enseguida se presentan algunas de las denominaciones diagnósticas usadas en el campo médico y psicológico, no sin que se advierta que la construcción y producción de estas nociones portan tendencias, orientaciones e ideologías que han de transformase durante un proceso clínico, admitiendo el trazo de las fronteras entre el acto médico y el acto psicoanalítico surgido entre el paciente y el profesional, pero que en cualquier caso procuren al sujeto consultante una apertura para su deseo: